lunes, 29 de junio de 2015

Cuentahistorias científicas

En ocasiones... me meto en unos líos... Esta vez de la mano del Club de Amigos de la Ciencia @amigosciencia y de la iniciativa del I Taller de Cuentahistorias científicas. El taller tenía como objetivo formar a un grupo de gente para comunicar ciencia y participar en las actividades de divulgación del club. Y con esa liada acabamos haciendo una actuación en el PAMPLONA ACTÚA 2015 y el cierre de la temporada del @cienciabar del Club de Amigos de la ciencia en el @idpuntocero.

Sin embargo mi motivación para apuntarme al taller era una muy distinta: creía que en un taller así podría aprender técnicas que me permitieran responder de forma contundente pero no agresiva a las creencias pseudocientificas de conocidos... muy cercanos a veces. Porque en la era de la información, en la que hemos tenido la oportunidad de recibir una educación mucho mejor que la de nuestros padres, luchar contra el "amimefuncionismo" y "lonaturalesmejorismo" es agotador y contraproducente: nunca he conseguido convencer a nadie de nada, ni siquiera de que puedan estar equivocados. De que el hecho de que tengas una conocida que te recomienda agua del manantial de PuebloPerdidodelPirineo para tratar los problemas de riñón no es prueba suficiente de que vaya a funcionar, por mucho que sea jefa de cirugía del hospital X. Que el mito del científico aislado en posesión de la verdad y en contra del resto de la comunidad científica que tanto sale en las películas es falso, que lo normal sería que creyeras lo que la comunidad científica ha aceptado como cierto (en efecto, hay cosas que te tienes que creer/asumir en función de las pruebas que te presentan porque cada uno de nosotros, p.e., no podemos hacer pruebas de triple ciego para cada "tratamiento" homeopático para demostrar que no funciona y no, eso no quiere decir que tengas "fe" en la ciencia). Y debates de este tipo tengo a menudo aunque muchas veces ya los comienzo derrotada. La última vez, la semana pasada: fui a comprar a una droguería una lima de metal para las durezas de los pies y la vendedora empeñada en mostrarme las bondades de las piedras de azufre y no sé qué porque el metal lleva aleaciones, qué vete tú a saber qué te pueden hacer. ¿Qué le respondes? ¿Que a no ser que la lima sea de amianto y yo tenga los pies como los de un Hobbit no hay peligro? ¿Que en las infraestructuras, medios de transporte, edificios, menaje, electrodomésticos, electrónica hay aleaciones a saco, que a ver si vive en una cueva del monte? Pues no, no respondes eso porque si uno se ha visto las charlas de Dan Ariely 20 veces como es mi caso, pues ya sabes que la burla no hace que una persona cambie de opinión, al contrario, se reafirma en la misma por muy ridícula que pueda parecer.

Lo más lo horrible de todo esto es que muere gente por este tipo de ignorancia, por no vacunar, por seguir pseudoterapias para luchar contra el cáncer,...
Hacer divulgación científica está muy bien, a mí me encanta leer de todo tipo de temas, tengo la suerte de vivir en lo que parece la época dorada de la divulgación y ahora que estoy haciendo mis pinitos en comunicación he comprobado lo satisfactorio que es transmitir un tema que te encanta a otra gente. Pero creo que no es suficiente o más bien, que no es el método adecuado. A la divulgación científica muchas veces se aproxima gente que ya tiene un interés previo (no puedo evitar pensar en cómo Ángel Martín despedía Órbita Laika, "nos vemos!, frikis" mientras hacía el saludo vulcaniano) y la divulgación que se da en medios generalistas o bien peca de la parte espectáculo (El hormiguero) o del problema periodístico del momento: la equidistancia (presento los argumentos a favor y en contra de las vacunas, del cambio climático, de la evolución, como si los argumentos de ambos bandos tuvieran igual peso).



Quizá el método adecuado sea proporcionar herramientas o técnicas al lego algo informado, al que ya tiene interés en la ciencia, para que en el día a día pueda trasladar parte del pensamiento científico y escéptico a gente que parece que solo se lee la Contra de la Vanguardia o que no ha tenido la formación adecuada... Quizá la idea de los cuentos y los cuentahistorias no sea tan loca, ¿hay cuentos para niños con moralejas científicas? ¿Qué pasaría si los padres leyeran a los niños cuentos de este tipo, no se educaría también a los padres? Ya, ya, educar desde la base está muy bien, pero al público en general, ¿cómo se llega a él? La publicidad lleva décadas de delantera lavándonos el cerebro contando microhistorias en 30 segundos: conciso, claro y con un lema que enganche, como los refranes, vamos. Puedo tener una conversación con cualquiera de mi edad y responder "aceptamos barco (o pulpo)" sin que dude qué quiero decir. Y es una expresión que no existía hace 20 años. Me gustaría que dentro de otros 20 las expresiones comunes incluyeran "correlación no implica causalidad", "una anécdota no es estadística" o "eso es una falacia de libro".

La conclusión de todo esto, creo, es que tiene que existir más divulgación básica en lugar de tanta divulgación aplicada (ah no, que me lío, eso es otra historia...). Parafraseando la 3º ley de Clarke, hablar de física cuántica a alguien sin la formación adecuada es lo mismo que hablarle de magia. Por eso lo que quizá necesitemos sea una pequeña historia sobre que lo peor de mi lima de óxido de aluminio es lo contaminante que es producir aluminio, aunque con esto igual amplifico el "lonaturalesmejorismo"...buf, se ve que no hay solución fácil...

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